Por Marcelo Mogura (junio, 2000)
Sólo dos metros nos separaban
aquella tarde ¿la recuerdas?
era otoño
café y espuma en nuestras tazas
sirviéndonos helados antes del cine.
Caminamos de la mano en la noche de mayo
mientras una luz salía desde nuestros cráneos.
Después, en el subterráneo,
nos amamos, a dos metros de distancia,
y desde las alturas contemplaba la luz de tu cráneo
mientras que tus ojos gigantes brillaron con una chispa del mío...
Si parecías una muñeca de porcelana,
caminando con tus piernas largas hacia el carro
mientras yo volaba cual polilla
alrededor de nuestras luces...
¿Te acuerdas pequeña y amada lunática
de aquella tarde de otoño?
quiera el amo del viento que no,
así estaré seguro que estará siempre segura
en tu alma.
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